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lunes, 12 de septiembre de 2011

Bigote de café.

Sandra fue directa a ducharse. Se hizo un moño con su goma de color morado y dejó algunos mechones sueltos dando un aspecto descuidado pero a la vez elegante, provisional. Se metió en la bañera y cerró los ojos mientras que sentía cómo cada una de las gotas rodaban sobre su cuerpo. El agua estaba más bien caliente, como a ella le gustaba. Allí se sentía relajada, y olvidaba al resto del mundo. Sonrió al acordarse de la cena de anoche. Todas sus amigas cenaron en casa de Diana, su mejor amiga, una barbacoa que parecía no terminar nunca, pero que, a la vez pasaba muy rápido. Sus ojos habían estado centrados toda la noche en Raúl, el hermano de Diana. Un chico de tres años mayor que ella, de profundos ojos oscuros y de una sonrisa arrebatadora que, junto a su pelo rizado y su forma de andar hacían de él un joven irresistible. Él, obviamente no había hecho caso a las miradas que Sandra y sus amigas habían depositado en el durante toda la noche; pero sí a las risas de todas ellas cuando se puso a hablar con ellas con un bigote hecho por el café que se acababa de tomar. Se puso rojo y volvió a su cuarto, avergonzado.
Ella de empezó a fijar en él hacía un mes y, por supuesto, no le había comentado nada a su amiga; a pesar de que Raúl había comenzado a ser una obsesión para Sandra.

El extraño sueño.

Caminaba por aquellos viejos barrios de la ciudad tan cercana a aquellas inmensas playas. Había un fuerte olor a humedad debido a la reciente tormenta. El cielo estaba despejado, lleno de estrellas. En la soledad de la calle, ella miraba con curiosidad los balcones antiguos y las piedras mohosas sobre las que caminaba. Llevaba un sencillo vestido de negro con algún que otro encaje. Creía oír un sonido que provenía de todos los rincones de aquel extraño lugar. Era una melodía que le resultaba familiar. Parecía provenir de una caja de música. Como hipnotizada, recordó la letra de aquella canción y con su dulce voz empezó a cantarla en voz baja, tratando de encontrar la fuente de aquel sonido. Así llegó a una casa, era bastante grande y de un color grisáceo y débil, que le daba un aspecto tenebroso. Los cristales de las ventanas estaban sucios y no se podía ver el interior. Las pocas plantas que rodeaban el edificio eran enredaderas que llegaban hasta el tejado, la mayoría secas ya. Entró titubeando del frío y se paseó por la vieja casa. El suelo de madera rechinaba al pisar y ella se estremecía por cada paso un poco más. Encontró la caja sobre una mesa en mitad de la sala principal. Era de madera y de color rosa palo, bastante desgastada, y en ella giraba una bailarina con una falda y unas zapatillas de ballet. Estaba perfectamente tallada en madera, y parecía de diseño artesanal. Se acercó a ella y la cerró. La última nota de aquella canción retumbó por toda la casa. Ella ladeó la cabeza y miró hacia atrás, aún vacilante. Alguien se acercaba a ella, podía sentir esa presencia en la casa por cada uno de los poros de su piel. Asustada dio dos pasos hacia atrás, chocándose con la silla. Oyó el rechinar del suelo y unos pasos. La sombra se iba acercando cada vez más. Ella asustada retrocedió aún más hasta que se topó contra la pared. Se agachó encogiéndose sobre sí misma esperando que fuera un sueño...

Sandra se despertó sobresaltada y sudando. Jadeó sujetándose el corazón como si fuera a salírsele del pecho. Trató de tranquilizarse. Sólo había sido una pesadilla. El problema es que ya había soñado dos noches en esa misma semana con aquello. Sólo podía pensar en la canción, que retumbaba en su cabeza con fuerza. Sin embargo, no sabía cuál era la letra; y tampoco por qué aparecía esa caja de música en su sueño.
Agitó su cabeza y se levantó de la cama. <<Sólo ha sido un sueño>> se dijo. Aunque en verdad, no estaba tan segura de sus palabras.


domingo, 11 de septiembre de 2011

Escapadas a las nubes.

Todos necesitamos perder la cabeza, dormir una siesta de tres horas, mirarnos durante mucho tiempo al espejo o estar un rato apartado del mundo. Esto es tan humano como respirar. Evadirnos de la realidad, soñar despierto, llorar escuchando música sobre la cama, bucear en una piscina solitaria, contar hasta diez o mirar el amanecer de una tarde de invierno es tan necesario como vivir rodeado de gente, salir con tus amigos o ir a la gran vía en medio de una multitud.
Tenemos miedo a decirlo por qué dira la gente, como siempre.
Pero...¿no habrá que vivirlo todo?


martes, 6 de septiembre de 2011

Airbags continuos para el dolor

Volar, perder la cabeza dejándose llevar. Descubrir un mundo nuevo sin mirar atrás.
Quizá esa sea la forma de vivir sin problemas, sin dolor.
Pero, por suerte o por desgracia somos tan simples y a la vez tan complicados que no dejamos de recordar el pasado, ni de pensar en el futuro. Aunque caigamos mil veces, siempre es mayor el sentimiento de orgullo de volverse a levantar.
Así que por eso me impresiona tanto el ser humano, por ser capaz de amar hasta que duela y por no rendirse ante los continuos obstáculos que aparecen en el camino.